La despoblación, origen del desarrollo salvaje de nuestros montes.

Los graves incendios, sufridos por las tierras del oeste zamorano, obligan a adoptar medidas preventivas en  los pequeños pueblos de la España vaciada. Es momento de aportar cada uno, su granito de arena.

Todos conservamos una imagen de nuestra infancia, cuando todo el término estaba labrado. En aquellos tiempos, la escasez de monte, unido a las necesidades de leña, ya fuera para la cocina o para amasar el pan, mantenía el campo libre de maleza. Tomillos, codesos, piornos y jaras eran utilizados para calentar los hornos; escobas y restos de la poda de robles y encinas, se quemaban en  la cocina.

Los cortafuegos naturales

En primer lugar, los montes comunales, utilizados para conceder a los vecinos unas cargas de leña, eran aprovechados como pasto y protección de la ganadería, durante los fríos meses de invierno. En aquellos tiempos, los árboles no crecían como ahora.  Los animales se comían los brotes tiernos de robles, encinas y alcornoques, que hoy, cubren una parte importante del término.

Además, Los Arroyos y valles eran frecuentados por ovejas y cabras, que no dejaban crecer la hierba, ni los tallos de las zarzas.

También Los vecinos, que siempre andaban cortando zarzas y agavanzas para proteger sus huertos.  ¡Hay! los vecinos. La rapidez con que acudían al toque de campana, no dejaban extender los fuegos y eran apagados en muy poco tiempo. De la solidaridad de sus vecinos dependía su futuro.

Hablando de zarzas, voy a contaros una anécdota: “se habían encontrado dos vecinos, intencionadamente por parte de uno de ellos, que dice:

  • ¡Ángel! No me vuelvas a quitar las zarza del portillo.
  • ¿Que te voy a quitar yo?
  • ¿Angelll!Que no me vuelvas a quitar las zarzas del portillo, sabes, que tu las cortas y yo las arranco de raíz”.

Hoy día, los agricultores, que antes cultivaban todo el terreno, más o menos productivo e incluso fincas totalmente inexplicables, han ido abandonando estas labores, centrándose en las más productivas y fáciles de trabajar. Es por ello que, la mayor parte del término, está cubierto de monte y las arroyos llenas de maleza, que la hacen intransitable.

A donde nos lleva esta situación? Pues, que desprovistos los pueblos, de los mejores sistemas contra incendios (agricultura y ganadería), vemos, como nuestros campos son pasto de las llamas, cuando llegan los meses de calor.

Cuando ocurren estas catástrofes, que a todos nos revuelven el estómago, solo aportamos una solución: ¡“que contraten más personal!”.  Seguramente,  la solución debería ser más amplia.

Llegados a este punto, después de muchos dimes y diretes, sin querer entrar en discusión, la conversación terminará: “¡pues que lo gestionen mejor¡. Sin embargo, no debemos olvidar, que a los gestores los hemos puesto nosotros.

Ahora, llega otra polémica, porque en verano se justifican algunos incendios por el abandono de nuestros montes: ”es que en invierno hay que limpiar,  hacer cortafuegos, etc.” Algunos, cuando disfrutan de sus paseos por el campo, llegan a decir: “¿Ves?, esto lo desbrozaron hace 3 o 4 años y ya está igual”. Otros exclaman: “¡Qué barbaridad! ¿Pero que han hecho aquí?, no han dejado ni una jara”. Me atrevería a confirmar que entre un extremo y el otro,  “hay campo para ponernos de acuerdo.

Yo, desde aquí, quiero agradecer a esas gentes que, a sabiendas que le van a criticar por eso y por lo contrario, siguen pensando que el monte requiere esos cuidados, que seguro que lo que hoy se desbroce, mañana se regenera, y, por supuesto, dejando fuera de esta polémica, la protección y cuidado de esos árboles centenarios  o no tanto, que a todos nos llaman la atención, cuando paseamos por nuestros campos.

Así que: “DISFRUTA Y COLABORA

Categorías: Historia

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